Hoy es el día de la Libertad de Expresión.
Más allá de las bonitas palabras, de las referencias a la necesidad de un periodismo libre y plural como garantía de una democracia real y moderna, creo es una jornada para quejarse. Algunos, menos mal, no se han conformado con palabras grandilocuentes, lo políticamente correcto. Bien por ello.
Hoy quiero que reflexionen ustedes sobre el silencio casi que corporativista que se cierne sobre la basura del mundo del periodismo. ¡Ojo! La basura que se cierne sobre el mundo del periodismo, no la basura que se hace pasar por periodismo (el corazón, básicamente, que ya me dirán ustedes cuál es su servicio público).
Bien. La situación del periodista es, como casi cualquier otro currito, un desastre con un futuro inciert... Sin futuro a la vista. Lo que pasa es que, ocupados en contar las miserias de los demás, se hace poco caso a las propias. La empresa periodística a la que va mal no va a cantar sus desgracias al mundo y el resto tampoco se hace eco de las desgracias ajenas. Así que el bucle es pernicioso. Para ustedes, que no sabrán cómo de míseras son las miserias de este mundillo cuyos productos consumen, o debieran, a diario.
Conozco a profesionales que, tras cerrar en masa varias cabeceras, han creado periódicos comprometidos por Internet. De calidad, no crean. Se dejan la piel por vocación. Pero no cobran un duro. "Al menos nos mantenemos ocupados", me dicen.
Otros amigos que acababan de iniciar la negociación del convenio colectivo, porque el de su empresa informativa estaba por debajo del mínimo estatal, se han dado con las puertas en las narices: El gobierno ha legitimado que los convenios puedan estar por debajo de cualquier mínimo, así que la explotación ya está recogida por Ley.
A algunos a los que su empresa los ha amenazado durante el último lustro con un ERE para que aceptasen la congelación salarial, ahora les aplican no uno sino dos. Literal. Primero uno, después el otro: Un 35% de recorte de plantilla sobre el 60% que se había salvado hace un año. Varios casos con cifras similares.
Y no crean que la crisis no llega a las grandes cabeceras y televisiones. Las teles autonómicas, resulta que hace unos años eran sinónimo de pluralidad, cultura y no sé que más. Ahora "recuerdan a Franco".
Los grandes periódicos también palman y echan a la mitad de su plantilla a la calle, después de años de reducción salarial. Se cierran ediciones autonómicas enteras. ¡Pum! De un plumazo. Aquí no escapa ni Dios. Y ni Dios abre la boca. No me pidan nombres, piensen ustedes en ellos. Les salen...
Y hablando de salir. Los miles de licenciados que lo hacen cada curso de las universidades agotan los tres años que pueden estar explotados de becarios y, da igual su talento, son desechados cuando se termina el encadenamiento legal de becas. El siguiente paso sería el contrato, y eso es prohibitivo. Los puestos que se pueden cubrir con becas no se consolidan, porque hay miles de pringados esperando. Así que, jóvenes del mundo, da igual lo que os forméis.
Más arriba en la escala de edad, los que llevan años dando el callo por su empresa, se van a la calle sin apenas indemnización. Los que permanecen, en su mayoría, cobran una buena mierda (¿quién dijo mileuristas?). Los que tienen la inmensa suerte de ser indefinidos, ya no lo son: Pueden irse a la calle con menos de un sueldo mensual por año trabajado.
La gente no compra periódicos. Hay menos empresas para anunciarse y las que quedan no gastan en anuncios. La prensa muere. La radio se asfixia. En la televisión vale todo.
No los voy a aburrir. No hace falta ser muy despierto para darse cuenta que si despiden a la mitad de una redacción, los que quedan, cobrando menos, pasan de hacer diez informaciones diarias a hacer treinta, así que la calidad de sus indagaciones y escritos no podrá ser la misma. No podrá ser aceptable. Por no utilizar el mismo calificativo que he aplicado a sus salarios.
¿El poder? Como Dios. Nunca la prensa, siendo libre, estuvo más amordazada: Por la precariedad, el miedo y la desolación.
Perdóneme. En días así, me deprimo.
Por Telma
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