viernes, 27 de abril de 2012

El currículum de Rajoy


Leí no hace mucho un artículo recapitulatorio de la trayectoria del ahora presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy.

En la línea de lo presentado durante la campaña electoral, se cuenta el ascenso de un político que empezaba su trayectoria como “concejal de pueblo”, su paso por diputación y su llegada a Madrid. “Se ha hecho a sí mismo”, rezaba el laudatorio escrito sobre su persona.

En lo tocante a sus labores durante los gobiernos anteriores del PP se pasaba casi por encima el hecho de haber sido, entre otras ocupaciones, segundo de Aznar, ministro del Interior y luego vicepresidente primero por el que nadie daba un duro tras la crisis del Prestige en las costas gallegas y aquella célebre y desafortunada frase de que el chapapote que escapaba del petrolero hundido era como hilillos de plastilina”, lo que le había valido el sobrenombre del “señor de los hilillos”.

Aquel era el gobierno de Cascos, Acebes, Rajoy y Aznar, gobierno desgastado en sus últimos años y personajes que muchos catalogaron tras aquellas torpes gestiones de la crisis medioambiental como “cadáveres políticos”. No les faltaba razón.

Aznar se retiró y Rajoy se hizo con un mando que todos los analistas vieron como “de transición”. Tres elecciones perdidas y suspenso siempre en popularidad, la guerra sucia del maltraído tema del terrorismo en la primera legislatura ZP y, tras los pactos PSOE-PP de comienzos de la segunda era ZP, guerra abierta al gobierno con la crisis; el lastre de las responsabilidades políticas de Rajoy se diluye según logra mantenerse al frente de su partido en una guerra abierta de corrientes y varones del que, una vez más contra todo pronóstico, sale vencedor.

El cadáver político de la era Prestige resurge y arrasa (incluso en Galicia), bajo el contradictorio lema del “cambio” en un partido conservador y suspendiendo en las mismas escalas de popularidad. Más que el predecible triunfo en un país en el que la gente vota B cuando se cansa de A (habiendo posibilidades hasta la J, cuando menos), a mí casi me sorprende más la capacidad y habilidad del lavado de cara que el parapeto que ha montado para que las hostias se las lleven sus ministros, únicas caras visibles del gobierno que algunos ya bautizan como “del desaparecido”.

Y ante esta estrategia, la incertidumbre de la crisis y la capacidad de ser recordado como “el concejal de pueblo que llegó a presidente” más que como “el cadáver político que supo cambiar su imagen”, no soy capaz de hacer quinielas sobre si tal personaje conseguirá terminar la legislatura. ¿Quién se atreve a hacer pronósticos?


Por Luis

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