lunes, 3 de octubre de 2011

La clase política ¿que merecemos?

En este país hay muchas razones para indignarse. Una de ellas es que quienes en teoría deberían trabajar para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos se presentan, mayoritariamente, como unos “chupópteros” que viven a costa de esos ciudadanos, que para ellos solo importan cuando se acercan elecciones y solo cuentan como meros votos en una urna.

Sí, me refiero a los políticos. Hace escasos días se conocía el patrimonio de cada uno de ellos (el que declaran, y está a su nombre, es decir, no el que no declaran o está a nombre de sus mujeres/maridos, hijos/as, hermanos/as etc. Etc.). Y esas cifras eran de escándalo. Miles de euros, varios domicilios que estaban lejos de esos pisitos de 30 metros cuadrados que sugirió alguna ministra. Varias casas, varios coches (en la mayoría de los casos, de marcas de lujo, véase Audi, Mercedes, BMW…)

Y luego se quejan de que los jóvenes no voten. Pero ante esto, ¿qué demonios van a votar? ¿A esos que poseen lo que hemos citado antes y aún así tienen la cara dura de soltar perlas como yo no llego a fin de mes” o “siento la crisis como todos, mientras cinco millones de españoles están en paro, mientras muchas familias tienen a todos sus miembros sin empleo, mientras otras tantas pierden sus viviendas y tienen que sobrevivir sin ayudas estatales ni de otro tipo?


Nos dicen que por favor votemos, que no son todos iguales. Mentira. Todos ellos, cuando se alternan en el poder, tienen que decir “si buana” a los banqueros, a los ricos de este país y del resto del mundo, que son los que realmente mandan. ¿Qué diferencia hay entre un socialista que establece una ayuda y luego se ve obligado a eliminarla y un pepero que ni siquiera la pone? ¿Qué diferencia hay entre uno de izquierdas que vende defender al pueblo y luego sucumbe ante el poder económico y uno de derechas?

Y mientras nosotros, el pueblo llano, el que les paga sus casas, el que costea sus coches caros, de cuyos impuestos salen los vestiditos de la princesa o el sueldo de por vida de los expresidentes, seguimos en paro, o trabajando en condiciones indignas, cobrando sueldos que no llegan a “mileuristas”. Y si todo esto se parece a la demagogia que copa hoy todo discurso político, mirad:

Tengo que escuchar el otro día en la radio a un comentarista decir algo así como que prefiere que nuestros políticos cobren bien para que trabajen más a gusto, grosso modo… O sea, que si cobrando las cantidades indecentes que cobran, “trabajan” “tanto” que en España hay casi 5 millones de parados, se recorta en educación, sanidad y demás… no quiero yo pensar qué pasaría si nuestros maravillosos políticos cobrasen los míseros 600 euros que cobramos de salario mínimo, quien lo tenga. Y por otro lado, ¿qué quería decir este brillante comentarista? ¿Qué si cobrasen mis 600 euros trabajarían con menos ansia por España? Y voy más allá: ¿debería yo tocarme las narices en mi puesto, dado la basura de salario y condiciones de las que “disfruto”? Esto es un despropósito.

Para terminar, por último quiero reflexionar sobre la preparación de nuestros políticos. Sí, los hay abogados, profesores, economistas, científicos… y gente sin ningún estudio en concreto. En un momento en que mucha gente (entre la que me puedo incluir), asegura que la telebasura da muy mal ejemplo a nuestros niños, porque da a entender que vale con criticar a la gente para hacerse millonario, me pregunto si en realidad la clase política no da exactamente el mismo ejemplo. Un trabajo en el que cobras millones, viajas en coches caros, te da para buenas casas, buena ropa, viajes… siendo tu única misión tener labia y hacer que el pueblo se crea tus mentiras, mítines o charlas. Para más, ni siquiera te hace falta haberte partido el lomo estudiando durante toda la vida. Es más, no necesitas ni siquiera saber hablar (al menos los romanos estudiaban oratoria).

En conclusión, sí, es el mismo mal ejemplo y sí, la clase política de este país necesita urgentemente renovación. Gente nueva, partidos nuevos, personas que no mientan y cuyo objetivo no sea esquilmar a sus paisanos, aunque sea verdad eso de que cada pueblo tiene al gobernante que merece. Ni más ni menos.

Y es también imprescindible que la política deje de ser el arte de engañar al ciudadano e insultar al contrincante. Pero por desgracia, el poder, es demasiado goloso para todos. Parafraseando el galleguista Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, “si  te sale un hijo tonto, mételo a ministro”.

Por Luis.

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