jueves, 6 de octubre de 2011

De empresas, creatividad y explotación

Produce cierta emoción irónica ser testigo de una época que se estudiará, sin duda, en los libros de historia. Dentro de un par de generaciones, si algo de lo que conocemos se queda en pie (¿que nos hubiera pasado si esta crisis liberal ocurriera antes de la caída del Muro?) no sólo se verán en gráficas las grandes caídas en todo lo económico, sino que veremos cómo se desmoronaron derechos laborales forjados a lo largo de dos siglos.

Esta semana (inicios de octubre 2011) se supo que cuatro de cada diez españoles prefiere un descenso de impuestos a costa de eliminar alguna prestación social. El ministro de Trabajo prefiere trabajadores precarios que parados (tal cual) y, en general, los colectivos que defienden la no congelación de su salario o simplemente que no se lo bajen están un poco como mal vistos.

No está mal visto, en cambio, el trabajador que hace un par de horitas más que las que le pagan (da igual lo que haga durante esas dos horitas, si trabajar o hacerse ver en su silla). Es más, todos estamos dispuestos a trabajar malpagados, porque los malpagados al menos reciben un sueldo. Cunde, con razón, el sentimiento de que quien tiene un trabajo tiene un tesoro y así, frente al ¿estudias o trabajas? se extiende el ¿estudias o te resignas?

Creo exorbitado creer que es indispensable cargar contra el trabajador como única fuente de creatividad para reactivar una economía que no entienden ni los premios Nobel en la materia (pero de la que se lucran muchos espabiladillos, de esos que no abundan en los gobiernos del mundo).

Una empresa innovadora, y en esencia, toda empresa, es una idea de negocio. Una idea que se alimenta de constantes ideas de mejora y mantenimiento que aportan o debieran aportar todos sus empleados. Si la idea es mala, flaquea, no mejora o no se actualiza, muere y con ella la empresa y sus puestos de trabajo.

No parece desacertado pensar, como piensan algunas de las empresas que encabezan los rankings mundiales de productividad o bienestar de sus empleados, que un trabajador contento aportará más que uno enfadado. Y, por qué ocultarlo, uno formado y preparado aportará más que un enchufado, auténtica lacra en una mentalidad empresarial novecentista que prolifera en empresarios de pocas miras.

El concepto de trabajador contento es reduccionista si, pero transparente por su simpleza. El que va motivado rinde, el que va quemado quiere largarse, y si puede joder al de al lado, mejor. No dudo de la necesaria competitividad, pero hasta esta necesita ciertas dosis de reconocimiento para funcionar a medio o largo plazo. Otra de las variantes es el trabajador estresado, superado por unos objetivos tan altos que acabarán por reducir, en vez de aumentar, su productividad. Al empresario le valdría más contratar a dos y no explotar a uno.

Me tildan de arcaica o de chapada a la antigua porque hablo de contratos fijos. "Telma, eso es el pasado. En la sociedad del futuro, la volatilidad de los mercados, la continua evolución tecnológica y la gobalización y mundialización apuntan a un trabajador en constante marcha, en constante cambio, para evitar dormirse en los laureles", me dicen. Nunca me he considerado reaccionaria, sino al contrario. Sin embargo, muchos me restriegan desde lo más hondo de sus gargantas amarradas en corbatas que me he quedado anticuada, tal vez, al defender que un sueldo verdaderamente digno y un mínimo de estabilidad aportan un componente humano (incluso biológico por la naturaleza cerebral reacia al cambio) que, lejos de "apoltronar", "contenta" y "estimula".

Echarle la culpa a los empresarios sería un abuso. Sólo se lo echaré a algunos y no a los muchos con buenas ideas y mejor intención que no logran los apoyos necesarios por defeder un proyecto de explotación-beneficio no cortoplacista. Muchas buenas ideas no nacen y los cada vez más escasos cerebros emigran, mientras una calaña a erradicar mantiene al de los jamones en su poltrona inexpugnable y restriega las manos en cuanto escucha ecos cada vez más cercanos de lo que triunfa hoy día, y aún triunfará más mañana: "Seguridad Social, contrato, paro, salario, prestación, horario, vacaciones, respeto... Son todos ellos términos que se han quedado arcaicos. En la sociedad del futuro, la volatilidad de los mercados..."


Por Telma

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