Que el modelo de sanidad pública está en crisis no es un secreto. Últimamente tengo la sensación, sin embargo, de que nos la están intentando meter de tal forma que acabemos aceptando que, que desaparezca la presunta gratuidad de ir al médico, no es algo tan malo.
Vale, caña, empezamos. Cosas que no se dicen en los medios: Situación: Comunidad autónoma A (donde A= Galicia;). Nota de prensa que llega a una redacción (y, amablemente, nos remiten a La Opinión de un Indignado) escrita por un jefe de gabinete de comunicación de un área sanitaria del Sergas o Servicio Galego de Saúde.
Las notas de prensa son escritos que la audiencia no suele ver directamente. Las instituciones las envían a los medios, dando su versión y evitando una rueda de prensa con preguntas incómodas para ellos. Gran parte, ¡demasiadas! de las noticias que lees a diario son transcripciones más o menos literales de lo que el tip@ que le hace los discursos al político de turno quiere que leas y que manda a los medios con esa intención. Sin más. Aclarado esto, contenido de la susodicha nota de prensa:
A respuesta de una críticas sobre el colapso de pacientes que sufre cierto centro de salud, el comunicado que el gobierno autonómico manda defiende la intachable “eficacia” del centro médico, “porque gestiona X (miles) de tarjetas sanitarias”, que son “tropecientas tarjetas sanitarias más que el año pasado”.
Las cifras no eran para tanto. El contenido de la nota, tampoco, la verdad. Era lo esperable: Negar la mayor, asegurar que no hay colapso (mientras la peña estaba allí en largas colas de espera día tras día) y ea. Pero, ¡coño!, lo que sorprende es que en toda la nota (un folio) aparece siempre la referencia (más de cuatro veces) al “número de tarjetas sanitarias” que “gestionan” y no al número de personas, si me apuras, pacientes que atienden.
Tal trato despersonalizado, tecnificado, si se quiere, me pareció muy en la línea de campañas que copan los ambulatorios españoles en plan: “Como ser un buen paciente” o “respeta al profesional médico”. Además de una tontada (el respeto al médico se lo debo porque es una persona, como yo, no porque lleve bata blanca va a merecerlo más que yo que no la llevo), advierto en mensajes como este una peligrosa deriva ideológica hacia la búsqueda de acomplejamientos en la relación paciente-centro médico. Lo veo cada vez que algún político en cualquier punta de la Península me amenaza con enviar a cada domicilio, a mi casa, una factura en la que se reflejaría el gasto que supuso para el Estado atenderme en la consulta: Para que la gente, “que es estúpida”, les falta decir, “sepa lo que cuesta atenderlos en el centro de salud / hospital”.
Ante gilipolladas como esta, yo propongo que la factura sea bidireccional y, cada mes, se le envíe al ministro/consejero de turno una “factura” con lo que se destina de mi pobre nómina de mierda-explotado (¿mileurista? ¡ya me molaba!) a cubrir servicios médicos que, por cierto, uso cada año bisiesto. A lo mejor, algún tecnócrata que gusta de ahorrar a costa de la sanidad y no en billonarios aviones supersónicos militares que terminan oxidándose en los hangares antes de hacer un solo kilómetro en guerra alguna, se da cuenta de que cada español que cotiza, de media, destina más pasta a sanidad y al Estado en toda su vida de la que gastaría en médicos privados.
Pero hay que decir esto en voz baja, no sea que les de por quitar de golpe la sanidad pública, pero eso sí, manteniendo el diezmo que erosiona mes a mes mis ya de por si abultados ingresos.
Por Telma
Por Telma
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