Controlar lo que dicen los medios de comunicación es un ejercicio siempre apetecible para los grupos de poder de turno. En plena crisis que, como todas las empresas, sufren los periódicos, radios o televisiones, son pocos los medios que no terminan sucumbiendo al dictado de los anunciantes: Los que ponen "la pasta" para pagar las nóminas.
Sin embargo, más flagrante que el control comercial es el control político de los medios públicos, espectáculo bochornoso que últimamente interpretan sin tapujos los dos grandes partidos políticos en España. Y porque me referiré a estos, no voy a recordar aquí hoy el delirante y casi surrealista caso del secuestro de una publicación en plena democracia (2007), como fue la retirada de un número de la revista satírica "El Jueves", gracias a esa institución tan moderna llamada monarquía.
Hace unas semanas PSOE y PP alcanzaban un acuerdo total en el Parlamento. Como dice el discurso políticamente correcto y falso-demócrata con el que consiguen lavar facilmente el cerebro de gran parte de la ciudanía, una decisión "tiene que ser buena", por el mero hecho de que se pongan de acuerdo los dos grandes partidos. Algo así como lo que decía el español medio cuando lo de la reforma constitucional, aunque no tuviéramos ni zorra de la que se nos venía encima.